martes, 16 de enero de 2007

MEMORIAS DE UN AMIGO IMAGINARIO

Este es un relato tan breve como la vida de su autor…

…pero tan profundo como su alma, y el recuerdo de su amigo y creador.

-----------------------------------------------------------------------------

Capítulo I:

"Abres mi mundo cuando balbuceas…"


¿Cuando nací?

¿Como comencé

a saber lo que soy,

y cuando

lo que no soy?


Aún no lo se.

Sea como sea, todo comenzó en algún momento, frío y extraño, mágico y etéreo, no lo se.


Te vi en esa cercana lejanía

llamada la bella ignorancia,

y nos encontramos.

Dos curiosos infantes,

que éramos esos días.

¿Pequeño loco

tu que hacías,

mirando hacia

el horizonte sin fin?


Miraste hacia ti y nos encontramos.


- Ven y juega conmigo… ¿Quieres?


Soy de nubes, leche y galleta.

Tus suspiros hicieron mi corazón,

tu pestañeo incesante, su latir.

Tus lápices mi sendero

y tus sueños mi cuerpo.

Gracias a ti puedo existir.

y ser tu compañero.

Soy Marcos,

Marquito para los amigos.

Estoy ahí, en la luna, en el sol.

Contigo bajo la mesa,

buscando y buscando,

con nuestra alma traviesa,

y volando en una hoja,

aquella que

de la materia nos despoja

y vuela al viento.

Estoy para todos,

pero estoy para nadie.

Estoy para ti,

si es que me quieres ver.

Seguiré ahí,

si me quieres

y me haces tuyo.


Nos vimos por primera vez.

- “¿Juguemos? ¡Tengo estos autitos nuevos!”

Tu brazo rollizo apunto hacia mí. En su extremo, un lindo cacharro negro de juguete, confeccionado como ningún otro. Eso nota que quien te lo haya regalado, te ama por sobre todas las cosas…

- “¡Este me regalo mi mamá, mira mira!”

Lo veía. Como buen niño, lo quise echar a mi boca. Saborearlo y ver si era de chocolate, caramelo o si era una super auto-torta.

- “Mi mamá me trae estos cuando puede…cuando llega del trabajo en un hospital. Sabe harto!”

- Los esperas. ¿Siempre los esperas con una sonrisa cierto?

- “¡Siempre! ¡Y mi mamá me da un beso y me hace cosquillas! Me da más risa...”

- ¿Tienes hartos autitos?

- “Si, pero no tengo a nadie con quien compartirlos”

- Compártelos conmigo.

- “Ya.”

- ¿Cómo te llamas?

- “¿Eduardo y tu?”

- Marcos.

- “Marcos…Marcos Marcos...Marquito!”

- Por que repites?

- “jajaja, no se.”

- Ven Eduardo, Juguemos. ¿Cuantos años tienes?

En ese momento dudaste. Te perdiste en un segundo eterno. Tus ojos se fundieron con tu regordeta y pegajosa mano con tierra. Bailaron al compás de una arcana simbología que comenzabas a descifrar con la magia de tu pequeño lente infantil. El vals de la matemática con el sublime don del aprendizaje. Finalmente, uno de tus dedos cesó la danza, cayó en un sueño profundo pero temporal. Ese público de cinco personas, con uno durmiendo sobre plumas de piel – y que era el más robusto – dirigió su mirada hacia mí.

Un golpe de palma. Cuatro dedos despiertos y macizo durmiente en una mano que me apuntaba…

- “Tengo catro, catro años! ¿Y tu?”

- Cuatro también.

- “¡Chócale!”

- Juguemos.


Me has creado.

Me has dado vida.

Me has hecho para

y reír a tu lado.

ser cómplice,

pero también

quien te quiere

y quien te cuida


Te quería dar las gracias por aquel inocente acto, lleno de confites de generosidad y bañado en crema de anhelos. Mis brazos de aire se acercaron hacia ti. Quería abrazarte con fuerzas. ¿Tu? Tú estabas tranquilo, aunque un poco desorientado, con el espíritu viajando en un océano de chocolate arriba de tu barcaza de caramelo. Quien te hubiese visto en ese momento, buscando la nada, queriendo tocar el vacío.

Parece que en eso no has cambiado mucho.

Te encontrabas en dos mundos amigo mío. Mientras viajabas quien sabe por donde y hacia donde, tu nariz era el reflejo de que aún estabas en estas tierras de mármoles grises. Un líquido semi viscoso caía por esas fosas abotonadas, lentamente. Quise limpiarte yo mismo, pero no pude…

- ¿Estuviste llorando Eduardo?

- “¡No, si los hombres no lloran! ¡Eso dice mi papá!”

- ¿Eso te dice?

- “Si, eso.”

- Los hombres también lloran, y los niños también.

Fue ahí cuando me di cuenta que mentías. Mis ojos vieron algo en ti, algo que nacía, y que pronto se mostraría al mundo. Tu alma se manifestó libre y sin ataduras. Un mar de cristales diminutos tomaron el lugar de tus grandes ojos. Las lágrimas comenzaron a rodar por esas mejillas gordas, curvas y rosadas, las mismas mejillas que siempre he querido tener, pero que jamás lograré alcanzar, aunque encienda fuego con un grito y arrugue el cielo como un papel…

- ¿Por que estas llorando?

- “Es que…no quiero prestar mis autitos. Mi mama dice que los cuide.”

- ¡Pero no es para que no los prestes!

- “Si…ya toma.”

- Yo los cuidaré Eduardo, en serio. Te lo juro por la luna, por el sol y por todo!

- “¡Júralo por los Transformers y Batman!”

- Lo juro.

Con detención, exploraba tus gestos. Sabía que me ocultabas algo. Siempre lo hiciste, siempre lo haces…siempre lo harás…

- ¿Que te pasa?

- Es que…estoy solo. No tengo amigos.

- ¿No tienes hermanos?

- ¡Si, tengo dos hermanas. Pero ellas no juegan conmigo casi nunca! ¡Es que son grandes ya!

- Bueno, pero estás conmigo.

- ¡Pero si tu no eres…no eres niño!

- ¿En serio?

- ¡Hubieras tomado el cacharrito cuando te lo mostré po!

Fue en ese momento cuando me di cuenta de todo. Fue ahí cuando de nuestras diferencias hicimos una fortaleza inexpugnable, y la sellamos con un pacto de lealtad e imaginación.


No soy niño.

Lo seré de verdad.

La fuerza del color,

la magia, tu amistad

y tu fuerza introvertida,

harán inseparable

esta inusual unión

a tu simple vida,

y seré real

en tu corazón.



(Continuará...)

No hay comentarios.: