La rabia del Becerro
es contra todo,
es contra nada.
Es observarse,
estoico, entero.
Es mirarse,
Vacío y austero.
Se decía
a si mismo,
con su
tono metálico,
seco y salino
“Es todo
una simple
paradoja,
la que miras,
la que aplastas,
como una
seca hoja.
Es eso y sólo eso”
Ahí esta el becerro
observando
a La Aurora,
la que solo ríe,
la que solo llora.
la misma imagen
que sus ojos
cóncavos clava,
en aquella
alma soñadora.
“Que haces
inmóvil
sucio truhán…”
“¿Acaso esperas
el final?”
Preguntó aquella
evocación inquisidora.
“Tu mano
Sobre mi pecho,
Y tu piel
en nuestro
último lecho.
Aquel tallado
Con oraciones,
Hechas gritos,
y sollozos
hechos canciones.
“Esperando el caos
del orden,
como el más
simple de los
Mortales.”
El Sucio Becerro esperó,
el fin de una era,
el ocaso de sus males.
La luz de La
Aurora
Indómita,
se ciñó sobre el.
Sobre su carne,
sobre su hiel.
Juntos
el orden y el caos.
la carne y la materia,
como vacío perfecto.
hechos de piel y madera,
el navegante y la santera.
Finalmente,
sin su alma,
y sin su mente,
El Becerro desapareció,
Y La Aurora,
como chispas de fuego,
poco a poco,
se disipó.
jueves, 1 de febrero de 2007
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